(1952)
I
Estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurre nunca nada. No nos conocíamos.
Eva, levántate.
-Tengo amor, sueño, hambre. ¿Amaneció?
-Es de día, pero aún hay estrellas. El sol viene de lejos hacia nosotros y empiezan a
galopar los árboles. Escucha.
-Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y huelo a P.
Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que los dos se habían mePdo en un río muy
ancho, y que jugaban con el agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños peces
equivocados les mordían las piernas.
II
La noche que fue ayer fue de la magia. En la noche hay tambores, y los animales
duermen con el olfato abierto como un ojo. No hay nadie en el aire. Las hojas y las
plumas se reúnen en las ramas, en el suelo, y alguien las mueve a veces, y callan.
Trapos negros, voces negras, espesos y negros silencios, flotan, se arrastran, y la
Perra se pone su rostro negro y hace gestos a las estrellas. Cuando pasa el miedo
junto a ellos, los corazones golpean fuerte, fuerte, y los ojos advierten que las cosas
se mueven eternamente en su mismo lugar. Nadie puede dar un paso en la noche. El
que entra con los ojos abiertos en la espesura de la noche, se pierde, es asaltado por
la sombra, y nunca se sabrá nada de él, como de aquellos que el mar ha recogido.
-Eva, le dijo a Adán, despacio, no nos separemos.
III
-¿Has visto como crecen las plantas? Al lugar en que cae la semilla acude el agua: es
el agua la que germina, sube al sol. Por el tronco, por las ramas el agua asciende al
aire, como cuando te quedas viendo al cielo del mediodía y como tus ojos empiezan a
evaporarse.
Las plantas crecen de un día a otro. Es la Perra la que crece, se hace blanda, verde,
flexible. El terrón enmohecido, la costra de los viejos árboles, se desprende, regresa.
¿Lo has visto? Las plantas caminan en el Pempo, no de un lugar a otro, de una hora a
otra hora. Esto puedes senPrlo cuando te exPendes sobre la Perra, boca arriba y tu
pelo penetra como un manojo de raíces y toda tú eres un tronco caído.
-Yo quiero sembrar una semilla en el río, a ver si crece un árbol flotante para
treparme a jugar. En su follaje se enredarían los peces, y sería un árbol de agua, que
iría a todas partes sin caerse nunca.
IV
-Ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en P. Las hembras son
más tersas, más suaves y más dañinas. Antes de entregarse maltratan al macho, o
huyen, se defienden. ¿Por qué? Te he visto a P también, como las palomas,
enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a
diferentes horas?
Ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiración es tranquila y Penes el
rostro desatado y los labios abiertos. Podrías decirlo todo sin aflicción, sin risas.
¿Es que somos disPntos? ¿No te hicieron , pues, de mi costado, no me dueles?
Cuando estoy en P, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras
como la flor con el insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de
algún modo.
Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos.
Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezo a crecer como el día.
Algo he de andar buscando en P, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.
¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como
otro pie que sólo yo sé que tuve.
V
Mira, ésta es nuestra casa, éste nuestro techo. Contra la lluvia, contra el sol, contra la
noche, la hice. La cueva no se mueve y siempre hay animales que quieren entrar. Aquí es
disPnto, nosotros también somos disPntos.
-¿DisPntos porque nos defendemos, Adán? Creo que somos más débiles.
-Somos disPntos porque queremos cambiar. Somos mejores.
-A mí no me gusta ser mejor. Creo que estamos perdiendo algo. Nos estamos apartando
del viento. Entre todos los de la Perra vamos a ser
extraños. Recuerdo la primera piel que me echaste encima: me quitaste mi piel, la hiciste
inúPl. Vamos a terminar por ser disPntos de las estrellas y ya no entenderemos a los
árboles.
-Es que tenemos uno que se llama espíritu.
-Cada vez tenemos más miedo, Adán.
-Verás. Conoceremos. No importa que nuestro cuerpo... -¿Nuestro cuerpo?
-...esté más delgado. Somos inteligentes. Podemos más.
-¿Qué te pasa? Aquella vez te sentaste bajo el árbol de la mala sombra y te dolía la
cabeza. ¿Has vuelto? Te voy a enterrar hasta las rodillas otra vez.
VI
-El tronco estaba ardiendo cuando se fue la lluvia. El rayo lo venció y se introdujo en él. Ahora
es un rayo manso. Lo tendremos aquí y le daremos de comer hojas y yerbas. Me gusta el fuego.
Acércale tu mano poco a poco, te acaricia o te quema, puedes saber hasta dónde llega su
amistad.
-A mí me gusta porque es rojo y azul y amarillo, y se mueve en el aire y no Pene forma, y
cuando quiere dormir se esconde en la ceniza y vigila con ojitos rojos dentro dentro. ¡Qué
simpáPco! Luego se alza y empieza a buscar, si haya cerca una rama la devora. ¡Me gusta, me
gusta! ¡Le cuidaré, no estorba, es tan humilde!
-Es orgulloso, pero es bueno. ¿Que té pasa? Te has quedado... -Nada.
-Tienes los ojos abiertos y estás dormida. ¿Me oyes? También se ha mePdo en P. Lo veo en el
fondo de tus ojos, como una culebra, enamorándote. Te quedas quieta mientras él te recorre
ávidamente. Giras en torno al fuego sin moverte. Fuego lento, preciso, árbol conPnuo, nos
atraen tus hojas instantáneas, tu tronco permanente. Déjanos estar junto a P, junto a tu amor
hambriento. Creces aniquilando, medida de la destrucción, estatura hacia dentro, duración
hacia atrás, Pempo inverPdo, muerte muriendo, nacimiento. Déjanos estar en tus párpados
incesantes, invesPgar conPgo lo que buscas, luz en fuga perpetua, en P, como tú misma, en
nosotros.
VII
- ¿Que es el canto de los pájaros, Adán?
-Son los pájaros mismos que se hacen aire. Cantar es derramarse en gotas de aire, en hilos de
aire, temblar.
-Entonces los pájaros están maduros y se les cae la garganta en hojas, y sus hojas son suaves,
penetrantes, a veces rápidas. ¿Por qué?, ¿Por qué no estoy madura yo?
-Cuando estés madura te vas a desprender de P misma, y lo que seas de fruta se alegrará, y lo
que seas de rama quedará temblando. Entonces lo sabrás. El sol no te ha penetrado como al día,
estás amaneciendo.
-Yo quiero cantar. Tengo un aire apretado, un aire de pájaro cantar.
-Tú estás cantando siempre sin darte cuenta. Eres igual que el agua. Tampoco las piedras se dan
cuenta , y su cal silenciosa se reúne y canta silenciosamente.
VIII
-Hace tres días salió Adán y no ha vuelto. Ay, yo era feliz, yo era feliz.
He tenido miedo, no he podido dormir.
Estoy sola, ¿Por qué no regresa? Salí a buscarlo pero él no estaba, lo llamé. Me asusta la noche,
¿qué puedo hacer sin él? Todo es muy grande, muy largo, sin rumbo. Estoy perdida, rodeada de
cosas extrañas, ¿por qué no vuelve ya?
Adán, Adán, Adán, se va a apagar el fuego, me voy a apagar yo, y tú no vuelves. ¡Qué vas a
encontrar?
Y Eva se ha quedado dormida. Y estaba dormida cuando llegó Adán.
Adán llegó cansado pero no descansó. Se puso a mirarla, y la estuvo mirando por primera vez.
IX
-¡Qué fresca es la sombra del plátano! De una hoja de plátano se desprenden infinitas hojas de
agua que están descendiendo siempre. Me gustan las hojas verdes, acanaladas, y los racimos, y
los retoños unánimes, agudos, como una bandada de peces hacia arriba. ¿Has visto el tronco? Es
un panal de agua.
Me gusta el platanar con su humedad sombría y derribada, con su lecho en que se pudre el sol y
con sus hojas golpeadas y tranquilas. Me gusta el platanar cuando llueve porque suena
sonoramente, porque se alegra como una besPa bañándose y saltando.
Me gusta la sombra del plátano y sus pequeños nidos de aire, y el aire dulce y torpe aprendiendo a volar. Me
gusta Prarme en el suelo sin raíces y senPr cómo transcurre el agua y quedarme inmóvil, oyendo.
Fuimos al mar. ¡Qué miedo tuve y qué alegría. Es un enorme animal inquieto. Golpea y sopla, se enfurece, se
calma, siempre asusta. Parece que nos mirara desde dentro, desde lo hondo, con muchos ojos, con ojos
iguales a los que tenemos en el corazón para mirar de lejos o en la obscuridad.
En un principio nos Pró varias veces. Después Adán se enfureció y se puso a dar de puñetazos a las olas. A mí
me dio risa, me quedé en la playa mirando. Adán no podía. Al rato salió cansado, húmedo, y no dijo nada, y
se durmió.
Entonces me puse a oír el mar. Ya iba obscureciendo. Suena igual que la noche, con un vasto, infinito silencio,
con una honda voz. Se exPende su sonido obscuro y nos penetra por todas partes. Es un sonido de agua
espesa, de agua que quiere levantarse como un animal herido.
De ahora en adelante viviremos a la orilla del mar. Aquí están a la misma altura el sol y el mar, a la misma
profundidad las estrellas y los grandes peces.
Aprenderemos el mar, Él también Pene sus montañas y sus vastas llanuras, sus pájaros, sus minerales, y su
vegetación unánime y dicil. Aprenderemos sus cambios, sus estaciones, su permanencia en el mundo como
una enorme raíz, la raíz del árbol de agua que aprieta la Perra, el árbol inmenso que se exPende en el espacio
hasta siempre.
El mar es bueno y terrible como mi padre. Yo le quiero decir padre mar. Padre mar, sosténme, engéndrame
de nuevo en tu corazón. Hazme incorrupPble, receptora del mundo, purificadora a pesar.
XI
Me duele el cuerpo, me arden los ojos, parece que estuviera quemándome. Mi agua está hirviendo dentro de
mí. Y un viento frío bajo mi piel anda aprisa, frío, y termina empujándome la quijada hacia arriba con golpes
menudos e incesantes.
Estoy ardiendo, no puedo ni moverme. Estoy débil, con dolor, con miedo. Eva no ha dormido, está asustada,
me ha puesto hojas en la frente. Cuando me puse a hablar anoche se me echó encima y se restregó conmigo
y quería callarme. Así se estuvo y tenía los ojos mojados como mi espalda. Le dije que sus ojos también me
dolían y ella los cerró contra mi boca.
Ahora tengo sed, estoy golpeado y seco. Me duele, tengo la cabeza podrida. No hay una parte mía que no
esté peleando con otra. Quiero cerrar mis manos ¡Qué diferente de mí es todo esto!.
Esto es ser otro, otro Adán. Está pasando a través de mí y me duele.
Me gustaría estar rodeado de piedras calientes.
El otro día me gustó un árbol, lo derribé. Caía con ruido quebrándose, cayéndose. Así estoy
sonando, así, hacia abajo, apretado, derrumbado, sonando.
XII
Es una enorme piedra negra, más dura que las otras, caliente. Parece una madriguera de rayos.
Tumbó varios árboles y sacudió la Perra. Es de ésas que hemos visto caer de lejos, iluminadas. Se
desprenden del cielo como las naranjas maduras y son veloces y duran más en los ojos que en el
aire. Todavía Pene el color frío del cielo y está raspada, ardiendo.
-Me gusta verlas caer tan rápidas, más rápidas que los pájaros que Pras. Allá arriba ha de haber
un lugar donde mueren y de donde caen. Algunas han de estar cayendo siempre. Parece que se
van muy lejos ¿a dónde?.
Esta vino aquí pero la llevaré a otro siPo. La voy a echar rodando hasta los bambúes, los va a
hacer tronar. Quiero que se enfríe para abrirla.
-¡Abrirla! ¿Qué tal si sale una bandada de estrellas, si se nos van? Han de salir con ruido, como
las codornices.
XIII
Eva ya no está, de un momento a otro dejó de hablar. Se quedó quieta y dura. En un principio
pensé que dormía. Más tarde la toqué y no tenía calor. La moví, le hablé. La dejé ahí Prada.
Pasaron varios días y no se levantó. Empezó a oler mal. Se estaba pudriendo como la fruta, y
tenía moscas y hormigas. Estaba muy fea.
La arrastré afuera y le puse bastante paja encima. Diariamente iba a ver como estaba. Hasta que
me cansé y la llevé más lejos. Nunca volvió a hablar. Era como una rama seca.
No sirve para nada, no hace nada. Poco a poco se la come la Perra. Allí está.
Se la come el sol, no me gusta. No se levanta, no habla, no retoña.
Yo la he estado mirando. Es inúPl. Cada vez es menos, pesa menos, se acaba.
XIV
Ah, tú, guardadora del mundo, dormida, preñada de la muerte, quieta. ¡Qué inúPl es
hablarte, hablarme!. Hombre solo soy, quedé. Quedé manco, podado, a mi mitad
quedé.
Aquí me muero. Porque los ojos de la muerte me han visto y giran alrededor
cazándome, llevándome. Aquí me callo. De aquí no me muevo.
XV
Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre suave, manso, infinito.
Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo, bajo mis ojos que lo
quedan viendo toda la noche.
Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de P, redondos y cayendo.
Tú Penes algo. Ríes, miras disPnto, lejos.
Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil. Suenas como la pata de la paloma
al quebrarse.
Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas, te abrazo para que madures en
paz.z.

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